domingo, 22 de junio de 2014

JAMÁS HUMILLARSE. Por Walter Riso.


¡ALERTAS ROJAS, EN UNA RELACIÓN!!!
¡El amor no tiene nada que ver con la humillación!!!


Formas más comunes de humillarse por "AMOR":

Es común observar que cuando una relación de pareja comienza a "fallar", la humillación es la estrategia más utilizada por los adictos afectivos. Las tácticas varían de acuerdo con el grado de deterioro personal, pero por lo general cuanto mayor sea el apego, más intenso será el despliegue de comportamientos humillantes:

-1) Los reclamos indecorosos o las preguntas indebidas.
Lo que básicamente se hace aquí es reclamar afecto y atención sin pudor alguno: “Quiéreme”, “Recuerda mi cumpleaños”, “No te olvides que tienes que hacer el amor conmigo”, “Tienes que acariciarme de vez en cuando”, entre otras.

En la vida de la relación, hay cosas que no se piden y que deben surgir natural y espontáneamente. Si no ocurren, estamos en alerta roja. Por más música y buenas intenciones que le pongamos, exigir afecto siempre deja una sensación de malestar en la boca del estómago, que después se convierte en indignación y muchas veces en depresión. No es lo mismo ejercer el derecho a la reciprocidad que implorar amor. Uno nos enriquece, el otro nos avergüenza.

-2) Comportamientos degradantes y manipulativos.
Los más comunes son suplicar, arrodillarse, llorar, gritar, la automutilación y los intentos de suicidio. Obviamente, estos comportamientos suelen ser muy impactantes a los ojos de cualquier observador.

Ejemplo 1: Una señora no había podido separarse de su marido porque cada vez que intentaba hablarle del tema el señor entraba en crisis. El estallido histérico tomaba dos rumbos: o hacía un gran escándalo en el edificio, o al otro día se aparecía en el trabajo de ella, y delante de clientes y compañeros suplicaba de rodillas que no lo fuera a dejar. El impacto era tal que incluso algunas de las mejores amigas de la mujer se compadecían y apoyaban al desajustado señor.

Ejemplo 2: Una joven de veintidos años, extremadamente celosa, amenazaba en forma constante a su novio con quitarse la vida si éste intentaba abandonarla. Cierta vez intentó tirarse de un automóvil en marcha, y en varias situaciones había buscado arrojarse por la ventana. Por desgracia un día, cegada por los celos calculó mal y se fue al vacío.

Cuando este tipo de conductas ocurre, la mujer ya está fuera de control y no es capaz de medir las consecuencias.

3) Dejarse explotar.
Si la mujer acepta que se aprovechen de ella sin chistar, como una forma de asegurar su fuente de apego, ha entrado a los fangosos terrenos de la prostitución. En este tipo de relaciones, el usufructo no siempre debe estar relacionado con lo económico.

Ejemplo: Una señora viuda había adoptado el papel de "fiel servidora" con su flamante novio, los hijos de él y su futura suegra. El papel de "yo me encargo de todo" ya casi no le dejaba tiempo para sus obligaciones, pero no era capaz de negarse. Con el tiempo, la familia también le fue endosando mayores y responsabilidades que no le correspondían, las cuales terminó asumiendo con resignada vocación de mártir.

Para colmo, si llegaba tarde o fallaba en alguna diligencia, la reprimenda no se hacía esperar. “No soporto la soledad…Ya no estoy tan joven… Yo sé que a veces se aprovechan de mí, pero no me importa… Unas cosas por otras… No sé qué haría si él me deja”.

La trampa era fatal y altamente masoquista: cuanto más la utilizaban, más dependiente se volvía.

-4) Soportar el maltrato con resignación.
Una forma muy común de humillación y especialmente lastimosa es aceptar el maltrato y la violencia con resignación.

Los pensamientos serviles que se esconden detrás de esta forma de sumisión suelen ser dos: “Si me castigan es porque lo merezco” o “Si no me quejo y aguanto estoicamente, él nunca me abandonará”. Por lo general, estas mujeres han sido víctimas de un lavado cerebral sistemático por parte de su pareja. Si el adicto afectivo tiene la mala suerte de caer en manos de una persona mal intencionada, literalmente puede acabar con todo rastro de voluntad. Se entrega como cordero al matadero.

Y por increíble que parezca, existen mujeres dependientes que se sienten honradas de soportar el maltrato. Reverenciar al verdugo es la máxima expresión de obediencia rastrera. Para este tipo de víctimas, el autoengaño es, probablemente, la mejor manera de sobrevivir a un conflicto afectivo sin escape. Hay subyugadas que se sienten orgullosas de serlo. Liberarlas es imposible.

-5) Doblegarse y desvirtuar la propia esencia para darle gusto al otro.
Complacer a la persona que se ama es uno de los placeres más agradables y excitantes. Satisfacer, consentir y colaborar con el bienestar del otro forma parte de la convivencia próspera. Sin embargo, este “dar” a borbotones debe tener un límite autoimpuesto: No debo atentar contra mí misma para que mi pareja sea feliz.

Ejemplo: Una mujer casada hacía poco tiempo, muy apegada a su pareja, rápidamente se había adaptado a las “preferencias” sexuales del marido. Drogas estimulantes de todo tipo, tríos, y un repertorio que haría parecer ingenuo al propio Marqués de Sade en persona. La joven había recibido una educación formal tradicional y a sus veintidos años no había tenido la oportunidad de experimentar demasiado.

No obstante, el miedo a no dar la talla y a decepcionar al esposo hacía que se entregara a prácticas que no disfrutaba ni compartía moralmente. Ella no estaba hecha para esa vida. Cuando se le sugirió que fuera asertiva y manifestara su inconformidad, no fue capaz. Asistió a dos o tres citas para tomar terapia y nunca más volvió con el especialista. El apego puede afectar la tendencia sexual, la posición política, la sensibilidad social y hasta la más arraigada creencia moral o religiosa.

-6) Sumisión sutil.
Es la forma más utilizada de humillación y consiste simplemente en no expresar los gustos o necesidades. Un silencio sutil y disimulado, que agrada y halaga a la otra parte y, de paso, la retiene. La humillación no se nota y la manipulación es encubierta: “Si me dejo llevar, nunca me dejará”. A los ojos de cualquier observador desprevenido, la pareja es modelo de perfección. Las coincidencias sorprenden y la congruencia es increíble. Pero en realidad el adicto se somete a los gustos del otro: “Lo que tú quieras, mi amor” o “Lo que te parezca a ti está bien”.

Ee el amor camuflado de violencia sutil. Un sometimiento sagaz, que garantiza la permanencia del dador afectivo y sus respectivos beneficios.

-7) Infidelidades consentidas.
Por último, existe una forma truculenta de mantener indignamente a la pareja: compartir la persona amada con otra.


Es para no olvidarse jamás. Quede, hoy, aquí de recordatorio.
Es un extracto-resumen del libro"¿Amar o depender?" de Walter Riso


Con Amor.
Y en Servicio.

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