HOY me llegó esto que aquí os dejo. Y hummmmm... ¡¡¡¡me sonaba tanto!!!!. Y, aunque hay algunas palabras cambiadas, recordé la fuente, donde años atrás yo lo había leído. Aquí os lo dejo. Han pasado 10 años, pero aún la Energía Femenina no ha sanado. Así que continúa vigente. Es más, creo que es ahora cuando muchas mujeres lo están entendiendo y sintiendo.
ESTO ES LO QUE HOY, RESUMIDO, LLEGÓ A MÍ:
"La energía femenina es una energía ligada al
corazón y a la unión con el Espíritu y con todo lo que nos rodea y es
desde el corazón desde donde nuestro mundo será sanado."
El hombre tiene que sanar y abrir su corazón.
Pero la mujer,canal principal en la Tierra de esa energía femenina tiene un papel principal.
La mujer debe comprender cuál es su verdadera esencia, donde está su
auténtica liberación y sanar todo aquello que la impide encarnar el
poder de la Diosa. La misma sanación de
la mujer y esa toma de su verdadero poder, ayudarán al hombre también a
curarse, al deshacer todo el rencor y toda la energía atrapada a través
de historias de cientos y cientos de reencarnaciones.
Para que
la mujer pueda acceder a la energía de su corazón, su verdadera esencia,
debe primero sanar su vientre, curar la herida ancestral de lo
femenino.
En prácticamente toda mujer encarnada hoy en la
Tierra existe esa herida.En prácticamente toda mujer encarnada hoy en la
Tierra existe esa herida. Es la herida formada por todo el dolor
acumulado en el inconsciente colectivo de la humanidad por los miles de
años de represión y utilización de lo femenino. Es también la energía
inconsciente del rencor contra lo masculino que se manifiesta
especialmente en las relaciones de pareja, pero que está ya ahí desde el
momento del nacimiento, reflejada desde el principio en la relación con
el padre progenitor, arquetipo de lo masculino.
Aunque la
mujer de forma generalizada está despertando, muy pocas mujeres han
realizado todavía el trabajo de abrazar, hacer consciente y liberar esa
herida del dolor y del rencor. En tanto esa herida no se sane, la mujer
no podrá liberarse, siguiendo atada a lo masculino, y por ende,
siguiendo también nuestro mundo atado a lo masculino.
Sanar la herida es perdonar, que es realmente liberar a los demás y liberarnos a nosotros mismos.
Es desatar lo ilusorio. El pasado que solo está en la mente.
...
Y ESTO, UN POQUITO MÁS AMPLIADO, TAMBIÉN, donde a lo anterior se le añade:
(...)
Mientras
no perdonamos quedamos atados a aquello contra lo que reaccionamos y es
lo que una y otra vez llamaremos y crearemos en nuestra propia vida.
Todo esto se mueve normalmente a niveles inconscientes y es ahí
precisamente donde debemos actuar, observándonos, haciéndonos
conscientes de todo eso que estaba antes oculto y que no podíamos ver.
Es un trabajo de elevación de la conciencia. Cuantos más hagamos el
trabajo, más fácil será para el resto.
Para
perdonar es muy importante ver las cosas con más amplitud. Comprender
que todo esto no es un tema personal, que es la historia de la
humanidad, la historia de cientos y cientos de reencarnaciones, donde
todos hemos pasado por todo. Unas veces como hombres, otras como
mujeres. Lo que realmente
estamos haciendo es liberar el karma de la humanidad, desde la mujer o
el hombre que hemos elegido ser en la encarnación actual.
El
verdadero poder de la mujer no está en “igualarse” al hombre en su
“fuerza”, en su “racionalidad”, no está en afrontar la vida desde su
mente conceptual, analítica y discursiva. Ahí la mujer se
pierde a sí misma y realiza una vana labor de liberación de lo femenino.
La mujer también tiene que desarrollar su lado masculino, su mente
racional y analítica, su hemisferio izquierdo, para equilibrarse. Sin
un desarrollo de su lado masculino, la mujer no puede estar completa en
la Tierra y todas esas características la arrastrarán a un mar de
confusión, de emocionalidad, de inestabilidad, de falta de sobriedad.
Podrá percibir muchas cosas, pero no podrá procesarlas, no podrá
colocarlas, quedándose en un mundo vago y difuso, difícil de expresar.
Es a través de las características yang (masculinas) como se puede dar
forma a ese mundo, si no, demasiado etéreo.
Pero este desarrollo de su parte yang, siempre debe estar dirigido desde su parte femenina, es como el sustentador que da equilibrio en el mundo. Pero no está ahí su verdadero poder.
Esa
necesidad de muchas mujeres de “demostrar” su valía en el mundo
masculino, es una necesidad ligada a la relación con el padre no
aclarada. La figura del padre debe ser recapitulada profundamente en
cada mujer.
Es
un trabajo de liberación. Mientras una mujer no ha bajado a los
entresijos de su relación con el arquetipo masculino, para ver todo el
dolor emocional, toda la ira y toda la culpabilidad allí existentes, no
podrá ser ella misma, se encontrará atada a esa energía que la
desestabilizará, que reproducirá una y otra vez en los patrones de su
vida, en sus relaciones, en su sexualidad. No podrá expresar su
feminidad, su verdadero poder.
En
el otro lado, la mujer debe volverse hacia el arquetipo femenino, hacia
la madre. También ahí es necesario un trabajo de perdón y liberación.
Un trabajo de comprensión que lleve a retomar el contacto con la
esencia femenina, más allá de los desequilibrios normalmente existentes
en toda relación madre-hija. Es normal que para la mayoría de las
mujeres de hoy en día, la madre no haya aportado suficiente “presencia”
femenina en su desarrollo. Más allá de esta realidad de la relación con
la propia madre, debemos comprender que lo femenino arquetípico
transciende la madre física. Que es posible conectar con “la energía de
la madre” a través de la Tierra y también a través de la comunión con
otras mujeres.
El
vientre de la mujer debe ser sanado, para que la Diosa se pueda
manifestar. Y hoy en día el vientre de la práctica totalidad de las
mujeres se encuentra impregnado a nivel celular de la herida de siglos
de dominio y deshonra de la Diosa. Las relaciones sexuales no
han hecho, ni hacen, más que agravar dicha herida. Todo pene no
purificado de la mente y emocionalidad masculina, que entra dentro de
una mujer, no hace si no potenciar el dolor allí existente, el dolor del
desamor, de la no veneración a la Diosa.
El
contacto con un pene que ha conectado con el corazón, facilita, es más,
activa, el proceso de curación en el vientre de la mujer. Por eso es
sumamente importante relacionarse con parejas que estén en el camino de
poner consciencia en la sexualidad. No se trata de renunciar a la
libertad sexual, pero ya no podemos dejar que entre cualquier energía
dentro de nosotros.
Debemos empezar por honrarnos a nosotros mismos.
La energía femenina es una energía ligada al corazón y a la unión con el Espíritu y
con todo lo que nos rodea y es desde el corazón desde donde nuestro mundo será sanado.
...
Y aquí os dejo el artículo completo, la fuente de lo anterior que corre por LaRed sin autor (o con autores diferentes, atribuyéndose falsas autorías), por si os interesa profundizar:
TANTRA
EL VERDADERO PODER FEMENINO
Como decíamos en el artículo anterior ("El Verdadero Poder Masculino" que puede leer en este mismo sitio web) el mundo
lleva sufriendo durante los últimos miles de años un gran desequilibrio. Lo que
debería ser una danza, la danza de Shiva y Sakti, donde el papel de lo masculino
sería venerar y sustentar a lo femenino, a la Tierra, se ha convertido en la
dolorosa tiranización de uno de sus aspectos, el aspecto yang, lo masculino. En
la historia de la evolución de la conciencia humana, lo masculino, unido al
hemisferio izquierdo, a los valores activos, racionales, analíticos, a la
voluntad, a la fuerza y a la acción en la materia, cayó en la ilusión de su
superioridad, frente a ese otro lado, el yin, caracterizado por los valores
receptivos, intuitivos, de sensibilidad, de sentimiento, de unión con las cosas,
de conocimiento directo que no pasa por el proceso racional. Valores ligados al
hemisferio cerebral derecho y a la energía del corazón. Valores no comprendidos,
denostados y percibidos con temor por el mundo masculino y que han sido
considerados tradicionalmente como síntoma de debilidad, además de haber llevado
a la hoguera a multitud de mujeres en la historia.
Seguimos viviendo en una civilización
esencialmente masculina y la jugada de la oscuridad es perfecta. Durante miles
de años lo masculino ha machacado a lo femenino y ahora le vende su propia
liberación: "hazte como yo"; libérate abrazando los patrones masculinos de
competitividad, hazte agresiva, hazte soldado, practica una sexualidad activa y
separada del corazón, métete en la rueda de la competitividad y el "éxito",
aunque eso lo pagues con un gran estrés interno (no es casualidad ver hoy en día
a tantas mujeres fumando compulsivamente, como medio de aplacar el dolor
producido por la desconexión con ellas mismas), sepárate de tu feminidad,
considera tu regla como algo molesto, un impedimento (para seguir en la rueda
del mundo masculino), toma la píldora (u otros inventos masculinos), aún a costa
de destruir tu ciclo y separarte de la energía de tu vientre y un largo
etcétera... Lo que se ha llamado la "igualdad de la mujer" no es más que sólo
eso: en un mundo dominado por la energía masculina, "no te preocupes, por fin
puedes ser como nosotros". Con eso se cierra el círculo y se asegura que el
mundo no cambie, que el ser humano siga esclavizado, sin poder acceder a la
totalidad de su conciencia.
Aún así, las cosas ya han comenzando lentamente a
cambiar. El final de esa era yang está llegando a su fin y lo femenino, la
Diosa, tiene que tomar su poder, equilibrando el mundo. La sanación de la Tierra
depende de eso. En eso la humanidad se juega ni más ni menos que su
supervivencia. Y cuando decimos que lo femenino debe tomar su poder, como
anotábamos en el artículo anterior, no nos referimos exactamente a que la mujer
deba tomar el poder. No estamos hablando de "feminismo". Nos referimos a algo
más amplio, más profundo, más interno. A un cambio de conciencia en el ser
humano, tanto en el hombre como en la mujer. A un cambio de conciencia que
refleje precisamente esa "danza" que el Tantra entendió tan bien. Una danza de
equilibrio y de amor, donde lo femenino, bajo la protección y el apoyo de lo
masculino sanado, sea la energía que conduzca al mundo a una nueva dimensión, a
una nueva percepción, en conexión con lo divino que está en todo lo que nos
rodea.
Para que este proceso pueda plasmarse en la
realidad, el hombre como ya explicamos tiene que sanar y abrir su corazón. Pero
la mujer, canal principal en la Tierra de esa energía femenina tiene un papel
principal. La mujer debe comprender cuál es su verdadera esencia, donde está su
auténtica liberación y sanar todo aquello que la impide encarnar el poder de la
Diosa. La misma sanación de la mujer y esa toma de su verdadero poder, ayudarán
al hombre también a curarse, al deshacer todo el rencor y toda la energía
atrapada a través de historias de cientos y cientos de reencarnaciones.
Para que la mujer pueda acceder a la energía de su
corazón, su verdadera esencia, debe primero sanar su vientre, curar la herida
ancestral de lo femenino. En prácticamente toda mujer encarnada hoy en la Tierra
existe esa herida. Es la herida formada por todo el dolor acumulado en el
inconsciente colectivo de la humanidad por los miles de años de represión y
utilización de lo femenino. Es también la energía inconsciente del rencor contra
lo masculino que se manifiesta especialmente en las relaciones de pareja, pero
que está ya ahí desde el momento del nacimiento, reflejada desde el principio en
la relación con el padre progenitor, arquetipo de lo masculino.
Aunque la mujer de forma generalizada está
despertando, muy pocas mujeres han realizado todavía el trabajo de abrazar,
hacer consciente y liberar esa herida del dolor y del rencor. En tanto esa
herida no se sane, la mujer no podrá liberarse, siguiendo atada a lo masculino,
y por ende, siguiendo también nuestro mundo atado a lo masculino.
Sanar la herida es perdonar, que es realmente
liberar a los demás y liberarnos a nosotros mismos. Es desatar lo ilusorio. El
pasado que solo está en la mente. Mientras no perdonamos quedamos atados a
aquello contra lo que reaccionamos y es lo que una y otra vez llamaremos y
crearemos en nuestra propia vida. Todo esto se mueve normalmente a niveles
inconscientes y es ahí precisamente donde debemos actuar, observándonos,
haciéndonos conscientes de todo eso que estaba antes oculto y que no podíamos
ver. Es un trabajo de elevación de la conciencia. Cuantos más hagamos el
trabajo, más fácil será para el resto.
Para perdonar es muy importante ver las cosas con
más amplitud. Comprender que todo esto no es un tema personal, que es la
historia de la humanidad, la historia de cientos y cientos de reencarnaciones,
donde todos hemos pasado por todo. Unas veces como hombres, otras como mujeres.
Lo que realmente estamos haciendo es liberar el karma de la humanidad, desde la
mujer o el hombre que hemos elegido ser en la encarnación actual.
El verdadero poder de la mujer no está en
"igualarse" al hombre en su "fuerza", en su "racionalidad", no está en afrontar
la vida desde su mente conceptual, analítica y discursiva. Ahí la mujer se
pierde a sí misma y realiza una vana labor de liberación de lo femenino. La
mujer también tiene que desarrollar su lado masculino, su mente racional y
analítica, su hemisferio izquierdo, para equilibrarse. Sin un desarrollo de su
lado masculino, la mujer no puede estar completa en la Tierra y todas esas
características yin la arrastrarán a un mar de confusión, de emocionalidad, de
inestabilidad, de falta de sobriedad. Podrá percibir muchas cosas, pero no podrá
procesarlas, no podrá colocarlas, quedándose en un mundo vago y difuso, difícil
de expresar. Es a través de las características yang (masculinas) como se puede
dar forma a ese mundo, si no, demasiado etéreo. Pero este desarrollo de su parte
yang, siempre debe estar dirigido desde su parte femenina, es como el
sustentador que da equilibrio en el mundo. Pero no está ahí su verdadero poder.
Esa necesidad de muchas mujeres de "demostrar" su
valía en el mundo masculino, es una necesidad ligada a la relación con el padre
no aclarada. La figura del padre debe ser recapitulada profundamente en cada
mujer. Es un trabajo de liberación. Mientras una mujer no ha bajado a los
entresijos de su relación con el arquetipo masculino, para ver todo el dolor
emocional, toda la ira y toda la culpabilidad allí existentes, no podrá ser ella
misma, se encontrará atada a esa energía que la desestabilizará, que reproducirá
una y otra vez en los patrones de su vida, en sus relaciones, en su sexualidad.
No podrá expresar su feminidad, su verdadero poder.
En el otro lado, la mujer debe volverse hacia el
arquetipo femenino, hacia la madre. También ahí es necesario un trabajo de
perdón y liberación. Un trabajo de comprensión que lleve a retomar el contacto
con la esencia femenina, más allá de los desequilibrios normalmente existentes
en toda relación madre-hija. Es normal que para la mayoría de las mujeres de hoy
en día, la madre no haya aportado suficiente "presencia" femenina en su
desarrollo. Más allá de esta realidad de la relación con la propia madre,
debemos comprender que lo femenino arquetípico transciende la madre física. Que
es posible conectar con "la energía de la madre" a través de la Tierra y también
a través de la comunión con otras mujeres.
El vientre de la mujer debe ser sanado, para que
la Diosa se pueda manifestar. Y hoy en día el vientre de la práctica totalidad
de las mujeres se encuentra impregnado a nivel celular de la herida de siglos de
dominio y deshonra de la Diosa. Las relaciones sexuales no han hecho, ni hacen,
más que agravar dicha herida. Todo pene no purificado de la mente y
emocionalidad masculina, que entra dentro de una mujer, no hace si no potenciar
el dolor allí existente, el dolor del desamor, de la no veneración a la Diosa.
El contacto con un pene que ha conectado con el corazón, facilita, es más,
activa, el proceso de curación en el vientre de la mujer. Por eso es sumamente
importante relacionarse con parejas que estén en el camino de poner consciencia
en la sexualidad. No se trata de renunciar a la libertad sexual, pero ya no
podemos dejar que entre cualquier energía dentro de nosotros. Debemos empezar
por honrarnos a nosotros mismos.
La energía femenina es una energía ligada al
corazón y a la unión con el Espíritu y con todo lo que nos rodea y es desde el
corazón desde donde nuestro mundo será sanado.
Publicado
por Jesús Gómez
(Keshavananda) en la revista "Espacio
Humano",
Octubre-2004.