EL VERDADERO PODER
MASCULINO...
La energía masculina y femenina se encuentra
tanto en el hombre como en la mujer. El hombre es primordialmente un canal
masculino, mientras la mujer lo es femenino y toda su energía y fisiología son
un reflejo de este hecho. Cuando hablamos por lo tanto de lo masculino y lo
femenino, no nos estamos refiriendo exactamente a hombre y mujer. En la manera
en que somos canales preferenciales de cada tipo de energía, sí podríamos
aproximarnos a tal identificación. No obstante todo lo dicho en este artículo
puede aplicarse a ambos, hombre y mujer. Cuando hablamos de lo que la energía
masculina ha hecho del mundo, deberemos tener en cuenta, que esa energía
masculina se ha expresado y se expresa en la actualidad también, a través de
multitud de mujeres, que, separadas de su esencia femenina, abrazan,
interiorizan y expresan lo masculino en ellas. La historia de esta humanidad es
la historia de la dominación de esa parte masculina y eso, hoy por hoy, esta en
todos, hombres y mujeres, en el inconsciente colectivo de la humanidad.
La energía masculina ha venido dominando y
tiranizando el mundo durante los últimos miles de años, llevándolo a la
situación actual extrema, donde estamos a punto de destruir a nuestra madre, la
Tierra. Toda la dinámica actual del ser humano sobre la tierra lleva a eso, una
especie que creyéndose separada de lo que la rodea, se convierte en un cáncer
que destruye a su propio organismo.
El momento actual es delicado. Lo femenino
está ya en todas partes, la mujer está despertando y poniendo su presencia en
todos los sitios. Pero muy pocas mujeres han tomado su verdadero poder femenino.
Seguimos viviendo en una civilización completamente masculina y la mujer, por lo
general, está tan desorientada como el hombre, abrazando en la mayoría de los
casos, los patrones masculinos como su propia liberación. El hombre, por su
parte, está perdido, aferrándose como puede a los viejos patrones y paradigmas,
sin querer mirar a otro lado, aún sabiendo que éstos ya no sirven y que nos
llevan al dolor y a la destrucción. Mientras tanto, la propia lógica de la
civilización masculina nos lleva cada vez más a un lugar: un mundo cibernético,
un ser humano esclavizado, con su mente, su cuerpo y sus emociones perfectamente
controlados.
Todo este panorama aparentemente
desalentador, encierra una realidad paralela: el nacimiento de un hombre y una
mujer nuevos, la ascensión de la Tierra, es un proceso actualmente acelerado e
inevitable. Únicamente nuestro estancamiento e inercia en la ignorancia, puede
hacerlo más o menos traumático, más o menos doloroso.
Detrás de la aparente e hinchada fortaleza de
la mayoría de los hombres hay un corazón débil y herido, un globo inflado que se
desinfla al primer pinchazo, dejando al descubierto toda la debilidad de niños
que ni siquiera han cortado el cordón umbilical con la madre. Da igual la edad,
30, 40, 60, 100 años, o la posición, presidente de gobierno, presidente de
multinacional, obrero de la construcción, o mendigo. Detrás de todo hombre atado
a los patrones masculinizantes de siempre, hay un corazón perdido y dolido
contra lo femenino, contra la Tierra, contra sí mismo.
El verdadero poder masculino no tiene nada
que ver con el dominio y con la aparente fuerza física. Esa es la gran ilusión
que ha perdido a la mente masculina, hasta el punto de llegar a considerar a lo
femenino como un subproducto (nacido de una de sus costillas, débil, incapaz y
definitivamente inferior). El ser humano es un ser dual: dos cerebros (dos
hemisferios cerebrales), dos lados, masculino, femenino, Yin, Yang. Esta es la
realidad que Oriente entendió y plasmó magistralmente en el Taoísmo, en el
Tantra. Esta dualidad está presente en todo y no es si no el reflejo de la danza
cósmica de este universo, la danza del yin y el yang, Siva y Shakti, masculino y
femenino, Dios-Padre-Madre, experimentándose a sí mismo en las diferentes
dimensiones de la conciencia.
El Tantra lo comprendió muy bien:
encarnamos en la Tierra para "bajar" la conciencia de Dios a la materia, para
reproducir, aquí en la materia, la danza cósmica del Universo, la danza de Siva
y Shakti, masculino y femenino. Y en esa danza cósmica, el papel de lo
masculino, no es otro que el del Caballero del Grial, el guardián de la Tierra,
venerar a lo femenino.
Venimos a la Tierra y la tremenda densidad
del velo de la materia nos hace olvidarnos de nuestro verdadero Ser. Es como si
Dios se olvidase de sí mismo, y en ese olvido, lo masculino, Dios, confunde su
función, que no es otra que estar al servicio de lo femenino, Dios. Y en ese
doloroso olvido nace la separatividad, nace el miedo, y la parte yang, lo
masculino, que representa la parte activa, la fuerza en la materia, cae en la
infantil ilusión de su superioridad. Infantil, pero peligrosa ilusión, que ha
llevado al “machaque” y a la explotación de lo femenino, a la guerra durante
miles de años y que, como decía al principio, está a punto de destruir la
Tierra.
Se dice en el Tantra que lo masculino debe
ser internamente guiado por lo femenino. Lo masculino sin la guía de lo
femenino, solo ve "partes separadas", enemigos o cosas a conquistar o utilizar.
Lo masculino (hombre o mujer) sin la guía de lo femenino no puede sentir un
paisaje. Verá un maravilloso valle, un bosque, un río, y sólo verá lo que se
puede "hacer" con él. Lo masculino sin la guía de lo femenino sólo ve "hacer",
"hacer" y más "hacer", llenar, cortar, perforar, construir... El famoso paradigma
del "desarrollo" no es ni más ni menos que eso, la mente masculina perdida en su
locura separativista y sin sentimiento. Lo masculino, sin la guía de lo
femenino, está separado del sentimiento, convirtiéndose en una mente fría,
calculadora y cibernética... y llena de miedo.
La mente racional es una vibración ligada a
lo masculino, al yang, al hemisferio izquierdo, mientras que el sentimiento, el
corazón, es una vibración unida a lo femenino, al hemisferio derecho. Una mente
que niega su hemisferio derecho, se convierte en una mente separada del todo,
depredadora, una mente que no ve más que sus propias fronteras. Así ha sido la
mente masculina. Lo masculino separado, sin la guía de lo femenino lleva
directamente a la locura y a la guerra. Y no hay más que echar un vistazo a la
historia de la humanidad y hacia donde aparentemente se dirige. Lo masculino
debe servir a lo femenino. Es la fuerza activa, es la acción, es el poder de
ejecución en la materia. Pero debe ponerse al servicio de lo femenino, que es lo
que conecta con el todo, con la totalidad. Para la mente masculina separada,
nada tiene vida, nada tiene alma, nada es explicable y nada esta unido a lo
demás.
El hemisferio izquierdo sólo ve únicamente piezas separadas sin ninguna
relación entre sí. Algo que va totalmente contra la realidad misma, como la
física cuántica ya ha demostrado sobradamente. Pero para poder percibir "algo
más que piezas separas", es necesario que esa mente del hemisferio izquierdo, se
ponga al servicio del hemisferio derecho. Es ahí donde se abre la puerta a poder
percibir la totalidad. Y el hemisferio derecho es femenino, y la puerta del
hemisferio derecho es la energía del corazón. Por eso siempre han hablado las
religiones y las tradiciones del corazón como "la puerta del alma". Por eso
siempre la mujer ha tenido más acceso a la intuición, a lo no manifestado, a lo
que no se ve, al conocimiento directo que sobrepasa lo racional. Porque la
energía femenina es una energía ligada al corazón.
La energía del chakra del corazón es la
energía de la unión, de la fusión. Por debajo del chakra del corazón está la
energía del ego, del "yo", donde todo está separado, y donde, por lo tanto,
existen el miedo y los enemigos.
Es necesario y vital que el hombre tome su
verdadero poder. Que el hombre abra su pecho y ponga su mente al servicio del
corazón. Que se abra a lo femenino en su interior, no para hacerse afeminado u
homosexual, sino para acceder al verdadero poder del Sol que hay en él. El Sol
que alimenta a la Tierra con su calor incondicionalmente, el Sol que siempre
está ahí, sea de día o de noche. El Sol que no tiene miedo de la Tierra, que no
se plantea qué puede hacer con ella, como puede explotarla, poseerla o
controlarla. El Sol que no quema a la Tierra con su compulsividad eyaculatoria y
posesiva. Simplemente está ahí, la observa, se maravilla ante su energía y su
belleza y la venera y la protege con su poder masculino.
Ese el nuevo hombre que ineludiblemente está
apareciendo en la Tierra ascendida. La nueva energía, que junto con una nueva
mujer, desde su verdadero poder femenino, traerán paz, dicha y consciencia a
este maravilloso planeta azul, a esta biblioteca danzante del Universo que es
nuestra Madre Gaia.
Publicado
por Jesús Gómez
(Keshavananda) en la revista "Espacio
Humano",
Septiembre-2004.
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